Salida esta para hombres, nada de mari…paseos, sin concesiones, a contemplar nada, sin lugar a dudas, sin treguas ni relajamientos, poca tertulia, pocos respiros. Quien quiera pasear a las Ramblas.
A dos semanas de la primavera habría que ir avisando a quien corresponda, pues eso de empezar la jornada a tres grados ya desespera.
Amanecemos con convocatoria polémica, que Enric ya se encargó de confundir, pues media hora más de sabanas es media hora. César se duerme, y con instrucciones claras de ir tirando suave, por si nos alcanza, los Cape’s endiablan el ritmo, no pudo quedar impune el que desde las siete esperaran a los marqueses bajo un frío del copón. Por lo que nos condenaron a hacerles de esparrings las siguientes cinco horas, cógeme si puedes.
Subida por Santa Mónica a ritmo salvaje, pulsaciones a mil, lengua fuera, nadie entiende nada. A eso se le llama calentar. Un “pues con Raúl subimos más deprisa” augura como va a ser la mañana.
La ruta no se negocia, se trata de lucir los emblemas “night bikers” con orgullo por toda la provincia, y vaya si lo conseguimos, a los domingueros que nos cruzamos solo les falta hacernos fotos. En formación el grupo, uniforme y compacto, va desde
Llama Cesar. Donde estáis que aquí en Arenys no os veo. Vale.
No hay café. Nadie se lo ha ganado, aún. Torre del Moro, tramos de
Por fin Can Sagal, próximo a
Y seguimos, tras unos estiramientos inmorales y contorsiones lascivas varias que traumatizan al hijo del posadero para el resto de sus días. De nuevo ritmo frenético, sin tiempo para que Jesús nos brinde un óleo sobre Sant Bartomeu, como era su intención.
Orrius, un poco de agua y bajamos por una playa de arena. En Mataró, esprints especiales que deben puntuar de lo más pues todo dios aprieta para pillar bonificaciones.
Volvemos por la carretera de Mata que dicen que sube poco y alguno va amenazado de rampas postgripales. Se explayan los de asfalto, Enric recuerda que nadie debe preocuparse si a alguno de los titulares le sale un imprevisto y no puede acudir a Johannesburgo y a Francesc ya no le importa acabar de reventar sus castigadas lumbares. Felicitaciones colectivas por la gesta, por lo bonito de la ruta y por la constante unidad del equipo. Abrazos varios. Y sin fuerzas para aceptar un sincero cervecita con olivas.
Como no ha sido nada los Cape’s se despiden con un “¿Joan, mañana a que hora?”. El honor del equipo en Sudáfrica está garantizado.
Y llegada a casa. ¿Que desea? Cariño que soy yo. Pero donde te has metido, anda pasa, y no toques nada.
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